martes, 16 de julio de 2013

Sesión de juego: Cadwallon "Ciudad de ladrones" y Spartacus.


Hace unas semanas adquirí un par de juegos nuevos, uno gracias a los días locos sin IVA de Mediamarket (Spartacus a 25 pavos: Y Me Voy A La Ruina Escurridizo) y el otro como regalo de cumpleaños muy, muy, pero que muy atrasado.

Y como teníamos la tarde tonta decidimos echar un par de partidas de prueba a ambos juegos.

El primero con el que nos pusimos fue Cadwallon: Ciudad de Ladrones. Al abrir la caja ya daba muy buenas vibraciones, tablero grueso y de muy buena calidad, miniaturas molonas, cartas que no se rompen con mirarlas, vamos muy bonico todo.


Ciudad de ladrones, un juego muy bonito visualmente y sencillo
Ahora eso sí, el juego viene con 4 tarjetas de misiones a doble cara, el problema es que son enormes y no sirven más que para poner 3 cartas de tamaño pequeño, mover el turno y algo de información sobre la misión que tienes que jugar. Se podría haber hecho en un tamaño mucho menor para no tener que ocupar un cuarto de mesa con esa tarjeta.

Bueno, el juego es muy sencillo. Cada jugador toma una banda (formada por 4 miniaturas), 7 fichas de acción y cinco cartas de arcano, estas te ayudan o dificultan a tus rivales. En la MEGA tarjeta de misión se ponen 3 cartas de misión, en cualquier momento de la partida puedes gastar 3 puntos de acción y conseguir una para ganar doblones.

El turno básicamente es: robar una carta de arcano, mover uno de los guardias y gastar tus puntos de acción para mover y hacer acciones con tu banda. YA ESTÁ.

El juego lo gana aquel jugador que haya conseguido más doblones al final de la partida, estos se consiguen robando en las distintas casas del tablero, con las cartas de misión y atacando a los miembros de bandas rivales.


La banda ganadora se alza con la victoria en Cadwallon
En nuestra partida, aquí el que escribe, acabó ganando gracias al saqueo constante y a las cartas de misión. Sin olvidar, las tiradas cancerígenas que tenía Johan al intentar atacar a mis ladrones. Pero como decían en The fast & the furious “da igual ganar de un metro que ganar de un kilómetro, ganar es ganar”.


Un juego muy, muy sencillo que se puede jugar en media hora. Personalmente, echo en falta algo de variedad en los personajes, ya que aunque cada uno tiene una habilidad, todos son iguales en atributos. Por lo que al orco le cuesta lo mismo que a un humano abrir un cerrojo y tiene la misma fuerza el guerrero de dos metros enfundado en armadura de exterminador que el enano que va en bolas por la calle. Pero supongo que está hecho así para no tener que estar echando mano de las tarjetas de los rivales cada dos por tres.

La partida se desarrolló bastante rápida y nos dejó tiempo para centrarnos en el Spartacus. 

Jugamos la partida como debía jugarse, pactando, traicionando, comprando, traicionando, luchando y traicionando. El único problema es que éramos tres, por lo que el juego pierde fuelle. Poco que contar sobre el tema reglas que no haya dicho ya (tenéis una bonita reseña en este mismo blog). 


Dioses de la arena
Al final, se alzó con la victoria Johan llevando la casa de Batracio. En segundo lugar quedó Lorena con el ponzoñoso de Glabro y un servidor, tercero y ultimo con Salchichonio (sin lugar a dudas, por las intrigas y traiciones que sufrí a manos de mis rivales). Mi consejo de para este juego es: si podéis matar a Espartaco, hacedlo. Sin contemplaciones, da igual quien lo lleve. El tío es un killer de cuidado. Un par de tiradas tontas sacando dobles y te tronchara a cualquier gladiador que haya en la partida. O si no podéis matarlo, robadle el puesto de Anfitrión a quien lo tenga para que no pueda jugar de ninguna de las formas en la arena. Fue por esta razón por la que mi pobre, pobre dios de la arena se quedó sin pelear las veces que yo no era el Anfitrión.

Y mi última aportación es: Ashur es el auténtico amo de la serie. Nunca te fíes de un cojo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario